Rascayú, Raúl, Rada, por Juan Domínguez Lasierra
[El pasado 2 de julio de 2018 se publicó en Heraldo de Aragón el artículo que reproducimos a continuación firmado por el periodista y escritor Juan Domínguez Lasierra, en su sección «En saco roto». Dejamos en este blog dedicado a Raúl Herrero el texto íntegro junto con nuestro agradecimiento a su autor].
Supongo que Raúl Herrero, aunque es muy joven, ha sacado el título de su primera novela, Rascayú, de aquella canción de los 40 que hablaba de morirse y de cadáveres, con un humor negro digno de la mejor tradición española. El caso es que Raúl, escritor desde su más radical juventud, y editor insólito, es una «rara avis» en el panorama de las letras, empeñado en conectar con la heterodoxia que suponen Arrabal, Ory o Fernández Molina, a los que ha editado en Libros del Innombrable.
Raúl Herrero, que lucía salacot para la presentación de Rascayú, además de su emblemática pajarita en su empeño en dar a su imagen un aire decadentista años veinte, ha publicado este Rascayú, que es una rareza en el panorama actual de ejercicios históricos o de historias de la vulgar cotidianeidad. Pues sí, Rascayú es otra cosa, como dice el propio Arrabal en el preámbulo de la novela, que se publica gracias a un editor arriesgado, Víctor San Frutos, de Limbo Errante.
Raúl, que fabrica mucha literatura, ha decidido por fin hacer su novela, y el bautismo tuvo lugar en la Biblioteca de Aragón, con la presencia de un escritor también poco convencional como es Francisco Ferrer Lerín, jacetano adoptado, con quien tuve ocasión de charlar sobre Ana María, con la que mantuvo una amistosa relación.
Según el resumen de la novela, la resolución de unos enigmáticos asesinatos convoca a lecheras pelirrojas, licántropos, autómatas, feriantes, sectas de diverso pelaje, monjas voladoras, maribárbolas, decrépitos aristócratas… Hay telequinesia, hipnosis, eugenesia… Lo absurdo y grotesco en una parodia que disecciona los deseos más ocultos del ser humano. Noir, pulp, humorismo, crítica social, filosofía parda... Un aduar surrealista en toda regla.
El autor nos cuenta en el libro el proceso de su creación y sus influencias, que vienen de lo más rompedor, porque Raúl es un rastreador de lo más revulsivo que nos ha dejado la historia literaria. Y en sus páginas está ese caldo de cultivo, en una obra que tiene algo de corte de mangas a lo que el mercado impone.
Estuve en las anuales Jornadas de la Asociación Aragonesa de Escritores, en el Centro de Historias. Por la mañana habían intervenido los Corral, padre e hijo; y por la tarde, lo hizo Rada Panchovska, la traductora búlgara de tantos escritores aragoneses. Habló de eso, de su relación con Ana María Navales, Paco Uriz, Miguel Labordeta, Barreiro, Vilas, Saldaña…, tantos. No hay que olvidar que Rada ha hecho la antología de narradores aragoneses más amplia que existe, con más de sesenta autores, a los que ha traducido y editado por su cuenta.
Y esto me lleva a proponer que Rada –tan vinculada a la Casa del Traductor de Tarazona-- sea ya reconocida por las instituciones aragonesas por su labor de difusión de nuestros autores, que no tiene parangón alguno. No sé si el reconocimiento corresponde al gobierno aragonés o a la diputación zaragozana, más vinculada a la Casa del Traductor, pero hay que hacerlo ya. Para pronto es tarde.
Juan Domínguez Lasierra
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