Pilar Bayona y Juan Eduardo Cirlot: Pájaros tristes
Pájaros tristes y otros poemas a Pilar Bayona
Prólogos: Antón Castro y Antonio Bayona.
Epílogo: Antonio Fernández Molina.
Apéndices: Luis García–Abrines y Julián Gómez.
Juan Eduardo Cirlot (1916-1973) llegó a Zaragoza en
1940 para vestirse de caqui y hacer su segundo servicio militar. Eso era lo que
se les imponía a los que habían peleado en el bando republicano. Acababa de
interrumpir un diario de artista, y entonces soñaba con dedicarse a la
composición musical, atraído por la música dodecafónica, aunque también
mostraba un gran talento hacia la poesía. Le apasionaba el cine y conocía el surrealismo.
Fragmento del prólogo de Antón Castro
Por mi edad entonces —y el consecuente y lógico
desinterés por determinadas cosas—, no recuerdo la presencia del libro Pájaros tristes en la casa de mis tías
del Paseo de la Independencia 8 (Zaragoza), aunque allí estuviera. Mi recuerdo
se sitúa claramente en la casa del Paseo de las Damas. Era a principios de los
sesenta, yo tenía 12 o 13 años, e iba todos los días a clase de piano con la
tía Pilar. […]
En el año 1996 murió mi tía Carmen, y todas las cosas
de mis tías vinieron a nosotros. En algún momento del reparto con mis hermanos
solicité aquel libro de memoria imborrable. Ni aun entonces, sabiendo, eso sí,
que el libro estaba escrito por un antiguo amigo de la tía Pilar, investigué o
reconocí nada sobre él, satisfecho solamente por tener un emotivo recuerdo más
de lo vivido con mis tías.
Solamente luego, cuando empecé a ordenar y archivar
todo lo relativo a mi tía Pilar, y gracias al aviso de mi amigo Julián Gómez
—concienzudo colaborador en lo que llamamos Archivo Pilar Bayona—, se reveló
que quien firmaba y dedicaba aquel libro era nada menos que Juan Eduardo
Cirlot. Pronto encontramos también un soneto «A Pilar Bayona» y otro poema
sobre Scriabin escrito sobre una partitura de este compositor. También apareció
un ejemplar, igualmente dedicado y firmado, de La muerte de Gerión, edición de
1943, cuya lectura convocó en mí los paisajes de mis pájaros, añadiendo un
escalón más entre ellos y la posterior poesía de Cirlot.
Fragmento del prólogo de Antonio Bayona
Recuerdo que en uno de los libros de cuentos de mi
infancia, había un viejo grabado que representaba el vuelo de una bandada de
pájaros a contraluz, mirado por una niña: era uno de esos dibujos nacidos para
la cirugía de Max Ernst, prometedor de mundos ocultos detrás de la limitación
de lo dibujado. Yo entonces, claro está no sabía nada de esto, pero me daba
tristeza porque era de una dulce poesía aquella escena. No volví a recordar en
muchos años nada de esto hasta que oí el llanto de los pájaros ravelianos.
Entonces repentinamente volví a verlo, clara y suavemente fue entrando la
música en mi alma y era como una lenta inundación de todo lo tibio, y recuerdos
muertos se erguían en mi interior decorado por los sueños.
Fragmento de prólogo a Pájaros tristes, de Juan Eduardo Cirlot
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