Raúl Herrero: Antología III (Viaje por el Rhin)
Antología poética -en línea- de Raúl Herrero, III
Portada de El mayor evento( 2000). |
En 1994 se publica por vez primera mi poemario Viaje por
el Rhin, tuvo una reedición en 1998. Creo
que Antón Castro fue la única persona que se hizo eco de esa edición. Este
poemario se editó en el contexto de mi actividad como recitador y desalmado de
la poesía, por tanto, a mi poemario le acompañaron en el volumen otros dos, compuestos por dos elementos que me circundaban en los recitales poéticos de
ese tiempo. Por este motivo el libro apareció bajo el ridículo título de Tres poemarios desnudos (como tres canarios se podría haber añadido). Como curiosidad mencionaré que los detractores de los
recitales-conciertos, donde intervenía la música, el humor y mil cosas más, al
tiempo se sumaron a la moda de la poesía en bares, festejos y bautizos. Sin
embargo, Viaje por el Rhin no
guarda ninguna relación con esa época de ataque poético, de hecho sus poemas
apenas salieron de mi boca. La excepción más notable la acometí con el
fragmento “Las hijas del Rhin”, en un recital en el Palacio de Sástago de
Zaragoza en el año 1995, y con el músico Copi al piano, compositor e interprete
que años tarde dirigió la banda de Enrique Bunbury. Viaje por el Rhin surgió cuando hastiado de los ensayos, de mis
compañeros de espectáculo y del ambiente en general huí en un viaje que me
llevó por centroeuropa. En este libro se incluyeron las notas de viaje, con
algunos poemas escritos en el momento y , unos pocos textos anteriores que, por el tema,
se integraban en el asunto. Me decanté por el galicismo Rhin, en lugar de Rin,
para despertar las iras de los fundamentalistas del lenguaje y los académicos más recalcitrantes. Y también como homenaje a la
literatura modernista, en especial, a Rubén Darío. En mi antología El mayor evento (Luna con plumas) (Libros del Innombrable, Zaragoza, 2000, 84-95399-15-6),
publicada en el año 2000, y que supone una primera revisión y muda en el rumbo
de mi poesía, también se incluyó
el poemario íntegro, limpio y fijado. En este libro lo puede encontrar el lector presente. En estos momentos se acaricia el proyecto de una nueva edición, de nuevo corregida, a camino entre las anteriores, pues en todas las reapariciones, como es habitual en un servidor, se suprimieron, incluyeron y alteraron algunos textos. En este enlace de Iberlibros el interesado encontrará algunos de mis libros y, probablemente, los únicos ejemplares de ediciones primitivas de un servidor.
Viaje por el Rhin
(fragmentos)
Las hijas del Rhin
reposan esparcidas por orilla
brumosa,
una de ellas, con musgo de árbol
reflejado en su anhelante espalda,
agita los pies, forma ondas
pálidas. Pálidas ondas.
Erda, diosa de la tierra,
brota entre gemidos de lava,
besa sin saliva las sienes
de sus discípulas,
tiende manto de palabras
donde ellas acuestan las bocas.
El oro bosteza en el acorde
vespertino, bebe
agua que cubre pechos
de ondinas. Ondinas encorsetadas
por corriente de encajes
transparentes.
El pequeño rey nibelungo,
con manos tiznadas por
sangre de minerales babosos,
acecha codicioso de metal y fuego.
A golpes de martillo
abre la noche su pergamino
tirado por bueyes encendidos.
Las hijas del Rhin
trotan sobre espuma de espinos.
(Pierde Odín su único ojo).
Los dioses llorarán coagulado
luto.
Lyon, a 15 del 3 de 1994
Nos hemos levantado a las seis de
la mañana.
En Lyon se unen a nosotros
catorce viajeros.
Camino de Ginebra paramos
en un autoservicio.
Aprovechamos la ocasión para tomar
café,
conversamos sobre el cansancio,
sobre el cansancio
del trayecto. El sueño no ha
terminado
de cerrar las heridas.
Hace más frío que ayer.
Frente a la gasolinera donde
reposta el autocar
contemplamos, ensimismados, el
arcoíris,
nuestra mirada comprende
que es el puente de los dioses.
Al reanudar la marcha,
el guía nos advierte sobre
las molestias que ocasiona
el humo del tabaco en un recinto
cerrado.
En Ginebra también hablan francés.
A las puertas de Ginebra, a 16 de 3
de 1994
Emperador posando para
un retrato con batalla y soldados
Cuando Napoleón entrara
en Ginebra diera una fuerte
patada en la boca a Calvino.
Baja su casaca relucieran
raíles de victoria,
una brisa con plumaje
de pato despertara sus mejillas,
con sus pezuñas herradas
saludara a Rousseau
exhibiendo los dientes de sus
crines.
La autopista sofocara
el aliento, con un mandoble
despidiera a las nubes declaradas
en rebeldía.
Los cañones alumbraran
el campo de batalla
con los últimos estertores.
Al paso del emperador
grillos y muertos
saludan con temor,
por contra, las montañas
y el Ródano
le calumnian.
Miles de puentes caen
descuartizados
a pesar del empeño de
gigantes sin piel
cubiertos por pellejos de
animales.
Franz Liszt componía con rocas
y azufre invernadero de mármol.
Cuando Napoleón pasó junto
a la catedral de San Pedro
los cuervos de Wotan chirriaron.
Ginebra, a 16 de 3 de 1994
Ha aparecido la lluvia.
Al admirar el paisaje montañoso,
si prestas atención,
puedes escuchar, silbando sobre
tu cabeza, las flechas del pasado.
Selva Negra, 17 de 3 de 1994
Luis II de Baviera leía un libro
diario.
Su palacio de Herrenchiemsee se
encuentra en una isla.
Comía solo, los criados le
servían a través de un sistema
de poleas, que desplazaba la mesa
desde la cocina hasta su habitación dorada,
no deseaba ver a nadie.
Me pregunto si necesitarán
a alguien que ocupe el puesto
vacante del rey de Baviera.
Palacio de Herrenchiemsee, a 18 de
3 de 1994
Pequeña música incidental
para la ópera “Salomé” de Richard
Strauss
Son estas orillas, en
los pezones de tus cabellos,
las que me muerden con ira.
Prendo una cerilla de esmalte
contra tu pecho crujiente
y vendes mi muerte.
Inyectas sal en mis venas,
me besas con tu ropa.
Descalzas la impiedad
y me conviertes en tu sustento,
en la escala que te llevará hasta
mi cabeza sobre tu vientre de
bandeja.
Viena, a 19 de 3 de 1994
En el día de hoy, dieciocho
de marzo del año mil
novecientos noventa y cuatro,
he visitado la casa natal
de Wolfgang Amadeus.
Los caminos de Mozart son
inescrutables.
Salzburg, a 18 de 3 de 1994
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