Discurso de Raúl Herrero en la entrega del Premio a la labor editorial
El miércoles 29 de noviembre de 2023, en el Museo Pablo Serrano de Zaragoza, la consejera de Presidencia, Interior y Cultura del Gobierno de Aragón, Tomasa Hernández, entregó los premios a mejor libro editado en 2022 y a la trayectoria profesional.
Elucidario del silencio, del ilustrador David Vela, publicado por la editorial Libros de Ida y Vuelta ha sido premiado a mejor libro editado en Aragón en 2022. Además, Raúl Herrero, director de la editorial Libros del Innombrable ha sido galardonado por su trayectoria profesional.
La consejera de Presidencia, Interior y Cultura del Gobierno de Aragón, Tomasa Hernández, ha entregado este miércoles los premios en un acto que se ha desarrollado en el Instituto Aragonés de Arte y Cultura Contemporáneos (IAACC) Pablo Serrano y ha contado también con la presencia del director general de Cultura, Pedro Olloqui, el director del Centro del Libro y la Cultura de Aragón, José Luis Acín, el director del museo, Julio Ramón, el escritor José Luis Melero y el periodista Antón Castro, quienes han glosado la trayectoria profesional de Raúl Herrero y el premio a mejor libro editado, respectivamente.
La consejera ha elogiado a ambos premiados, que son en su opinión «ejemplo de un trabajo impecable y cuidado» y que demuestran el talento y la calidad de las letras aragonesas y del sector del libro en la comunidad.
Raúl Herrero Herrero, director de la editorial Libros del Innombrable, ha sido reconocido por su pasión por los libros, por su decidida apuesta por los autores no convencionales y por mantener el rigor y la calidad de su obra. Libros del Innombrable, que lleva funcionando desde 1998, publica autores aragoneses, nacionales e internacionales, presta especial atención a la literatura nórdica y ha reeditado libros descatalogados, traducido al castellano obras inéditas y recuperado libros olvidados.
Herrero ha desarrollado su labor profesional a través de poesía, pintura, cuento, novela, artículo, prólogo, documental, teatro (como director, autor y actor), aportando su particular visión del mundo y convirtiéndose en un personaje destacado de la cultura aragonesa.
Foto de Libros del Innombrable |
Epístola de Raúl Herrero
En primer lugar quisiera rendir homenaje a Javier Hernández, que nos dejó hace unos meses, editor de Libros de ida y vuelta, y, por tanto, de Elucidario del silencio, de David Vela, volumen al que hoy se concede con justicia el reconocimiento de libro mejor editado en Aragón.
Hace cuatro o cinco años recogí este mismo premio que hoy se me entrega en nombre del escritor y traductor Francisco J. Uriz, que estaba en Estocolmo. Vaya por delante mi gratitud a su figura y a sus decisivas aportaciones a Libros del Innombrable y a mi persona.
En este momento soy convocado en primera persona para recoger inmerecidamente tamaña distinción.
Sin más dilación quiero transmitir mi agradecimiento a la Asociación Aragonesa de Escritores por considerarme legítimo candidato, así como a los miembros del jurado por su unanimidad al adjudicarme este reconocimiento. Así mismo quiero hacer extensivo el agradecimiento al Gobierno de Aragón y al Centro del Libro de Aragón. También, por supuesto, a los libreros que acogen con entusiasmo mis publicaciones, a los distribuidores como Ícaro, que me llevaron de la mano a Distrifer, para que la editorial tuviera recorrido nacional, así como a Olimar, que fue mi primer impresor.
Si digo que no esperaba obtener jamás un galardón oficial ni miento ni me marco un paso de tanguista insurgente, simplemente revelo un pensamiento íntimo más o menos acertado. Para alguien como yo, que se ha movido en los márgenes, que ha padecido dificultades para casi todo, que se ha puesto de perfil a la hora de besar el anillo a los poderosos, recibir un premio, como dije en la entrevista con Antón Castro, no deja de ser equivalente a regalarle un tambor a un ornitorrinco. Sin embargo, lo acepto con entusiasmo y se lo dedico a los autores agrupados bajo el ala-escala de Libros del Innombrable. El cabalista de origen aragonés Abraham Abulafia escribió en su poema La escala de la ascensión: «La verdad es semejante a una escalera»; no tengamos vértigo a esas alturas.
La primera vez que salió un libro de las prensas por mi culpa fue en 1991, a mediados de los años noventa participé en la creación de una pequeña editorial local, ya en 1998 nació Libros del Innombrable, con un ojo y un dedo puestos sobre Samuel Beckett y su novela El innombrable. Tal como escribió Fernando Arrabal de Fernández Molina: «Entré en literatura como en religión o en el maquis».
Mi única intención ha sido y es publicar libros que me interesan, dar la oportunidad a los lectores de regocijarse con la literatura. Es preciso despegar la lectura de los estantes en los que quieren acomodarla, el del puro mercado, el del mero entretenimiento, el de la distracción, colgajos espurios y sin ambiciones… La literatura, que es algo más que la lectura, nos conforma como individuos acabados, renunciar a ella es dejar a medio cocinar un plato, es como extirparse los dientes. Sin arte y sin lectura la vida es el simulacro de estar vivo.
La mayoría de los pueblos con baja tasa de alfabetización o con dificultades para acceder a los libros están dirigidos por tiranos, con eso todo está dicho.
Todo sin perder de vista lo que dijo Federico González: «La intuición intelectual es la certeza con la que se conoce una cosa generada en lo más hondo del corazón».
A pesar de que alcanzaré en breves momentos la vetusta edad de los cincuenta años, uno no abandona el imaginario campo de batalla de lo quijotesco, en especial, porque tal como escribió mi maestro y encarnación de Orfeo Antonio Fernández Molina: «Ni el poeta ni la poesía se esconden». A él y a Mariano Esquillor, Josep Soler, José María de Montells, Fernando Arrabal y Federico González, todos ellos defensores tempranos de mi persona, quiero agradecerles los años de amistad y su firmeza a la hora de mantenerse fieles a mi causa, que es la de los libros, la de la lectura (por las buenas o por las malas). «Leerlo todo en un grano de arena», también escribió A. F. Molina.
En este descalabro, del que uno, como el caballero de la triste figura, solo puede salir derrotado, mi familia participa con un papel importantísimo, ya que ha parado golpes que me iban destinados y compartido exilios cuando la caída era el inminente paraíso. Mi madre tuvo la desgracia de tenerme y de aguantarme durante toda su vida, que espero sea larga, pero siempre ha defendido lo indefendible, es decir, a su hijo. Mi pareja, Esther, no ha dudado en mantenerse sobre mi flaco Rocinante desde nuestro primer paseo nocturno por las brumosas calles invernales de Valladolid; ciudad en la que nació nuestro hijo Hermes, flor, nata y espuma de la caballería andante, y que espero herede, si así lo quiere, la quijotesca senda de sus padres a la hora de entender el mundo, porque este no se cambia solo, y porque ya hay suficientes ganapanes y gente de mal vivir pragmática en el orbe, y porque ya casi todos ven molinos donde es evidente que hay gigantes.
Siendo yo de Aragón y mi pareja de Valladolid, a menudo, es algo inevitable, nos confunden con los Reyes Católicos, pero que nadie se preocupe, por el momento no tenemos siempre visitamos Granada en son de paz. Por estos motivos de intrahistoria, me siento igual o más castellano que aragonés, así que aprovecho este cenáculo para sugerir a Castilla-León que me otorgue algún reconocimiento, premio o, como mínimo, una badila para mi brasero. Comprendo que algunos de ustedes se asombren por esta ocurrencia, sobre todo por el precio que en estos tiempos alcanzan las badilas.
Todo lo he hecho con imperfecciones porque como escribió Carlos Edmundo de Ory: «Quien es perfecto caga lágrimas».
Voy poniendo punto final a este soliloquio con las palabras que Cervantes, en la segunda parte de su obra más famosa, puso en boca de Don Quijote y que me aplico: «Unos van por el ancho campo de la ambición soberbia; otros, por el de la adulación servil y baja; otros, por el de la hipocresía engañosa, y algunos, por el de la verdadera religión; pero yo, inclinado de mi estrella, voy por la angosta senda de la caballería andante, por cuyo ejercicio desprecio la hacienda, pero no la honra. Yo he satisfecho agravios, enderezado tuertos, castigado insolencias, vencido gigantes y atropellado vestiglos […] Mis intenciones siempre las enderezo a buenos fines, que son de hacer bien a todos y mal a ninguno; si el que esto entiende, si el que esto obra, si el que desto trata merece ser llamado bobo, díganlo vuestras grandezas…».
Y, por fin, aplico la última puntada que todo el mundo que me conoce está esperando: ¡Feliz Navidad y viva el Postismo!
Para más información:
https://www.cartv.es/aragonnoticias/aragon/el-libro-elucidario-del-silencio-y-el-editor-raul-herrero-premiados-por-el-gobierno-de-aragon
https://news.eseuro.com/libros/2669946.html
Entrevista de Antón Castro a Raúl Herrero:
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