En memoria de Josep Soler (1935-2022)

 

Josep Soler (1935-2022)



En la madrugada del 8 al 9 de octubre de 2022 se iba Josep Soler hacia ese universo sobre el que tanto escribió y en el que tanto se inspiró, tan presente en sus composiciones y sus escritos. El universo y lo cosmogónico no son otra cosa que matemáticas y quizá tiempo, ambos se encuentran implícitos en el propio concepto de la música.
El magisterio de Soler me reafirmó en bastantes de mis apreciaciones estéticas, a la par que me desenvolvió a nuevos conceptos. Ciñéndome a la música, por un lado, la Segunda Escuela de Viena, Wagner, Mahler, por el otro extremo del cordel, composiciones medievales, Tomás Luis de Victoria, el renacentista Antonio de Cabezón.
Supe de Josep Soler por merced y obra de Alejandro J. Ratia, entonces subdirector de la revista Almunia, que dirigía mi maestro Antonio Fernández Molina, para la que se confeccionó en el verano de 1999 un especial dedicado a Frederic Mompou. Si alguien se toma la molestia de buscar el tercer número de dicha cabecera se topará, entre las páginas trece y diecinueve, con el texto «Sobre la angustia», firmado por Soler. De la mano de Ratia recibí la primera música y lectura del maestro. Mis ojos se abrieron con el libro Escritos sobre música y dos poemas (publicado por Editorial Boileau y la Fundació Música Contemporánea) que despuntaron ante una galaxia afín a la mía. Allí Kubrick, Murnau, Schönberg o Rilke se daban la mano con la filosofía y la ciencia. De inmediato pedí a Ratia el teléfono de Soler para manifestarle de viva voz mi admiración y ofrecerle a Libros del Innombrable como casa editorial.
En Libros del Innombrable Josep Soler publicó: Otros escritos y poemas (1999), Nuevos escritos y poemas (2003), Últimos escritos (2014), Música y ética (2011), en el árbol del dios doliente (con la primera «e» minúscula, 2018). También se acogió una larga entrevista incluida en Josep Soler Sardà. De la vocación al oficio (2003), firmada por Joan Cuscó, que, asimismo, fue uno de los artífices del libro Josep Soler Sardà. Componer y vivir (2010). Además, se incorporó al catálogo su traducción de Pseudo Dionisio Areopagita: Los nombres divinos y otros escritos (2007). Soler intervino en el volumen colectivo San Francisco de Asís (2013), con el libreto de su ópera de cámara El misterio de San Francisco (2000, revisada en 2009). Dio prólogo a una edición de los lieder de Mozart (2006), traducidos por Alicia Silvestre, y al libreto de Parsifal, de Richard Wagner (1999), vertido al castellano. Personalmente le realicé alguna entrevista tanto para la prensa como para un documental, que todavía no ha visto la luz, titulado Visiones de Diox, cuidado junto a Luis Vidal. Estos años de trabajo junto a Soler cuajaron fructíferos y son deudores de gran satisfacción, así como de agradecimiento al maestro.
En el año 2001, en el número 5 de la revista Almunia se publicaron una selección de mis poemas de entonces. De los que allí se imprimieron varios estaban influidos por Josep Soler; en especial, uno que incluía su nombre en la dedicatoria. Lo reproduzco a continuación, con alguna pequeña enmienda, para solaz del lector 
 
Eclipse
(Batalla por la salvación del alma).
 
Para Josep Soler
 
Nos disponíamos para la batalla;
los gallos supervisaban el campo,
marcaban con las patas el destino
y afilaban el pico de las lanzas.
Donde la espesura impedía posarse a la luz,
una muchacha hilaba,
la sostenía el humo
sobre las copas de los árboles.
Con su mano transparente
giraba la rueca, acariciaba,
con sus dedos de armiño, las espinas de la rueda.
Se oyó un estrépito,
se cubrió el lugar de una luminosidad gélida.
 
La doncella clava en su cuerpo
el destino de cada guerrero.
Sobre la nieve caen pavos reales con el cuello sajado.
Entonces la muchacha da un manotazo
al porvenir para que comience.
Los hombres se ven empequeñecidos,
insignificantes cual gusanos frente al único sol.
 
 
El jueves 26 de noviembre de 2009 Josep Soler pronunció en Zaragoza, en la sala de música del Palacio de Sástago, la conferencia «La ópera Jesús de Nazaret: génesis y creación», presentado por Pedro Abío. La intervención se produjo dentro de las I Jornadas sobre la tradición que organizó la editorial Libros del Innombrable y que un servidor dirigió. Soler definió Jesús de Nazaret como una ópera-oratorio. Con esfuerzo y tiempo el autor logró grabar trescientos minutos de música de la composición, que suponen gran parte de la pieza, pero no su totalidad. Según me dijo en varias ocasiones, la obra íntegra supera en duración a la famosa tetralogía de Wagner. A menudo, en nuestras conversaciones telefónicas le preguntaba por los estrenos parciales de la obra y por el programa de grabación de las distintas partes; Soler, que sabía de mi debilidad por esta creación, me informaba al detalle. De los fragmentos que he escuchado, los apartados «La Natividad» y «Pietà y entierro» me obsesionan. También «Coronación de espinas», que escuché en la versión para piano de Eulàlie Solé, integrada en el conjunto Seis piezas sagradas (1988). No quiero extenderme aportando una larga lista de títulos de composiciones del maestro, pero sí deseo dar cabida a Poema d’orfeu (1992) y A Matilde (2003).
En el año 2018 Soler visitó de nuevo la ciudad de Zaragoza para presentar su libro en el árbol del dios doliente, con prólogo-poema de Antonio Gamoneda y varios prefacios de Joan Pere Gil Bonfill. Este acto se vistió a modo de homenaje al compositor.





De los varios textos que he escrito sobre Soler el lector puede acceder en esta misma bitácora al siguiente:
 
Rebuscando en las entrañas de mi computadora colisiono con una entrevista que realicé a Josep Soler y que se publicó en el suplemento «Artes y Letras», de Heraldo de Aragón, dirigido por Antón Castro. No recuerdo el año de la interviú con exactitud, si bien es posible que fuera en torno a 2011. Sí tengo la vaga sospecha de que el encuentro fue en verano. A renglón seguido copio el archivo completo de mi entrevista, en memoria de mi amigo, el ilustre pensador y músico Josep Soler.
Durante la conversación tomamos algunas fotos que, extrañamente, poseen una ínfima y misteriosa calidad, pero que aporto por el interés testimonial.



De izquierda a derecha: Josep Soler, Joan Pere Gil Bofill y Raúl Herrero durante la entrevista.


 
Tenemos la suerte bárbara de ser recibidos por Josep Soler en su casa de Barcelona. En los últimos años el escritor, poeta y compositor ha recibido el Premio Nacional de Música de España (2009) y, en el presente año, el XI Premio de la SGAE de la Música Iberoamericana Tomás Luis de Victoria. Con anterioridad le otorgaron el Premio de la Ópera de Montecarlo en 1964, el Premio Ciudad de Barcelona (años 1962 y 1978), el Premio de Composición Óscar Esplá en 1982 y el Premio Nacional de Música de Cataluña en el 2001.
La reunión tiene lugar en la habitación donde trabaja. Sobre una mesa de madera robusta, con años de música a sus espaldas, una partitura abierta que, según nos cuenta el músico, revisaba justo antes de nuestra llegada.
Nos acomodamos en la espartana habitación que posee aire de templo, de suelo sagrado, donde los muebles antiguos se conjugan con un aire de la mejor calidad, la calidad del genio. La habitación se me antoja semejante a la celda de un monje.
Josep Soler nació en 1935 en Vilafranca del Penedès. Compositor, maestro, escritor, filósofo, poeta, fue discípulo de Cristòfor Taltabull. En la actualidad es director emérito del Conservatorio de Badalona. Su discípulo y amigo Joan Pere Gil Bonfill, que más tarde se unirá a nuestra improvisada reunión, escribió de Soler: «Como compositor, este atípico personaje, único en nuestro país, es autor de una extensa obra sinfónica, piezas camerísticas, ciclos de canciones, piezas para piano, así como diecisiete óperas más la instrumentación de Pepita Jiménez, de Isaac Albéniz».

Y comienzan las preguntas:
 
P.-¿Qué ha significado para usted su galardón más reciente, el XI Premio Tomas Luis de Victoria?
 
R.-No sé qué decir de estos premios. Uno puede hacerse una idea de los motivos que al jurado lo han llevado a concedérmelo si lee las actas del premio: «a la extraordinaria calidad de su “amplia y profunda” obra, fruto de su “rara y fascinante personalidad”». Nunca me habían definido de esa manera. Me resulta peculiar lo de raro, pero tal vez sí, tal vez sea un raro. Lo curioso es que este galardón apenas se lo han dado a personalidades de mi entorno, y, si mal no recuerdo, salvo tres catalanes, el resto de los premiados son sudamericanos.
Por supuesto, lo agradezco, aunque me sorprende la decisión del jurado. Lo valoro porque es un premio al que uno no puede presentarse, son otros los que lo eligen a uno.
 
P.-¿Cuál es su primer recuerdo relacionado con la música?
 
R.-Sería en torno al año 38 o 39 del pasado siglo, casi al final de la Guerra Civil. Iba por la calle cantando y mi madre me pidió que no lo hiciera, que era peligroso. Se trataba de un Credo. Luego recuerdo escuchar música en la radio. Compré mis primeros discos a un señor que los vendía, allá por los años 43 o 44, en la calle Aragón, en el número 36. Por entonces era todavía un niño y lo dejé con la boca abierta cuando le pedí una selección de Parsifal, de Wagner, y La noche transfigurada, de Arnold Schoenberg.
 
P.- ¿Cómo surgió el paso de melómano a compositor?
 
R.-La música me rodeó desde niño. En mi localidad natal, Vilafranca del Penedès, durante las misas se tocaba un magnífico órgano. Mi madre tocaba el piano en casa. Durante mi niñez fui discípulo de Rosa Lara, en mi pueblo natal, ella me enseñó francés y solfeo, las claves… En casa de mi abuela había una pianola con cilindros que interpretaban extractos de la ópera de Carmen, de Bizet, la sonata Patética, de Beethoven, o la Polonesa, de Chopin; los hacía girar una y otra vez. 
A Bach lo conocí a través del organista de Vilafranca y del órgano de la iglesia de Santa María. Podría decirse que estos fueron mis primeros contactos con la música.
Muchos años después compuse piezas para ese mismo órgano. Se han agrupado todas esas piezas en unas grabaciones. Por cierto, incluso me he atrevido a interpretar las tres últimas personalmente. El resultado son los discos de L’Orgue de Santa María.
 
P.-Para componer utiliza el piano o se sirve del dictado de su propia creatividad sobre el papel
 
R.- Escribo en la cabeza, luego en el piano. El piano puede resultar muy peligroso. Existe la imagen romántica del compositor sentado al piano mientras compone, pero yo no la practico, ni la imagen ni el romanticismo, compongo en la mesa. Uno durante la composición debe saber para qué escribe y por qué, para esto el piano es fatal porque los dedos a uno se le van, no se pueden controlar, por eso prefiero escribir sobre papel y en la mesa. Lo que no es obstáculo para que una vez terminada una parte de una pieza, me siente al piano para comprobar el resultado.
 
P.-¿Cómo se compagina la docencia con la actividad creativa?
 
Visto con perspectiva, con mis 76 años y ya jubilado, no sé lo que he hecho. He intentado motivar a la gente y en ocasiones me he encontrado con personas que quieren absorber la sabiduría como si fuera un saco de patatas. Los alumnos a veces me preguntaban: «¿Qué tengo qué hacer?». Se planteaban si escribir una sinfonía que gustara al mayor número de gente o bien lo que brotaba de su genio. Si es que hubiese habido genio…
Todo comienza con inocencia. Me he encontrado también con la pasividad de algunos alumnos. Es muy difícil la enseñanza. Creo que he ayudado a mucha gente a escuchar música. Los músicos no escuchan, se dedican a tocar y a cobrar, sobre todo lo segundo. En tiempos de Bach se realizaba la siguiente práctica: los alumnos copiaban una obra para estudiar composición; aquí, en mi mesa, está una copia de un alumno con sus erratas o cosas que he añadido. En un sistema de aprendizaje copiar es muy interesante. Copiar una página para ver cómo otro compositor ha manejado el material. Poca gente tiene esa paciencia. En cambio, la copia de un modelo en el aprendizaje del pintor es muy habitual. 
 
P.- Usted es el compositor con la más extensa obra operística de la música española y quizá europea, ¿cómo la crea?
 
R.-Desde los seis o siete años me llevaban al Liceo. La primera obra que vi fue Parsifal. Recuerdo que en el entreacto con mi abuela tomaba el bocadillo con un vaso de leche, merendaba en el Liceo. La ópera nace para que la gente se entere de lo que se dice. Es un retorno a la tragedia griega. 
 
P.-¿De qué obra suya se siente especialmente satisfecho?
 
R.-No lo sé, tendríamos que entrar en por qué escribo, con mi teoría neoplatónica. Pero si tuviera que decantarme por una de mis obras te diría la Misa para coro y órgano del año 1953.
Cuando compuse esa pieza no había estudiado con nadie, tenía dieciocho años, mi formación se reducía a las audiciones y a los libros que había leído sobre la fuga y otros temas, todos ellos publicados antes de la guerra. 
Renegar del pasado de uno es como querer huir de sus propios pies. 



Soler durante la entrevista.


 En la bitácora de Libros del Innombrable el lector encontrará un recorrido por los libros de Josep Soler publicados en la editorial:
https://librosdelinnombrable.blogspot.com/2022/10/en-recuerdo-de-josep-soler-i-sarda-1935.html








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