Antología poética, XXIII. Raúl Herrero: Te mataré mientras vivas (Coronación supersónica)
Epitafio para díscolos locos
Mi vida se sentaba frente a la
ventana
que daba a los senos de la pradera.
El hombre viejo, que era un arpa,
desplazaba sus ojos como las aspas de un molino
en torno al sol que adoraba.
El cielo se confundía con una sábana,
por lo tanto, la sábana, límpida y nupcial,
asumía cierto regusto a dulce de algodón.
Mi vida se creía una cebra
y se sentaba por las mañanas
frente a la ventana que daba a mi cuerpo.
Un muro, levantado a escasos metros
de mi boca,
cegaba el paisaje con formas y luces.
Pero mi vida es caprichosa,
me abandona si la deposito en el suelo.
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