Inmersión profunda lingüística de Schrödinger, por Raúl Herrero





(Breve conferencia o enseñando al que no sabe: comiendo al «comiente» y bebiendo al «bebiente»).

En principio, un hablante, pongamos por caso un salmonete, que sujeta entre sus aletas el diccionario de un idioma cualquiera, al azar, es capaz de hablar ese idioma y todo lo contrario; esto es, también carece de la más vaga noción al respecto de ese sistema lingüístico.
Es decir, si mantengo entre mis pectorales de poliestireno expandido un diccionario de japonés, en tanto no pronuncie una palabra en ese idioma, ni en ningún otro, es posible que en un momento indeterminado de mi existencia me comunique en esa jerga.
Es más, incluso si finalmente rompo el silencio y me comunico en un idioma distinto al del diccionario que me cabe en la cabeza, cabe la posibilidad de la voluntaria negativa de mi cerebro a expresarse en el idioma de dicho mamotreto. Y, por lo tanto, el receptor seguirá rabiando frente a la duda de si el hablante domina o no el idioma del diccionario que, en ese momento, sostiene ya sobre su cabeza.
Pero llegaré más lejos todavía. Si el hablante, al igual que hacemos Hermes y yo, afirma que domina un idioma cualquiera en su máxima pureza y lo demuestra con la emisión de quejidos y sonoras onomatopeyas, además de gargarismos y fonemas indescriptibles, todavía queda la posibilidad de la certeza del hecho y que, por tanto, recae sobre el resto de hablantes de ese sistema idiomático la vergüenza de haber caído en una corriente degenerada del idioma del que ese hablante intuitivo (o hablantes, en plural, en el caso de Hermes y yo) escapa.
Gracias a este sistema un servidor ha recorrido buena parte del mundo comunicándose a la perfección en cualquier idioma (con excepción de todos los que no sean el suyo propio) que se le presentara y ha obtenido tres trabajos como interprete de los que fui despedido por cuestiones sin importancia que no vienen al caso.
Conviene no confundir esta capacidad perceptiva infrecuente a la que hoy nos referimos y que suelo enunciar como la inmersión profunda lingüística de Schrödinger con la glosolalia o la xenoglosia.

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