Antología poética XVI: Raúl Herrero: El faro de Sigfrido (con Alicia Silvestre)

Portada del libro El faro de Sigfrido




Antología poética -en línea- de Raúl Herrero, XVI

En el año 2003, en un descanso del Ciclo del 9, se publicó el libro El faro de Sigfrido (84-95399-45-8). En su prólogo se explica de forma clara su origen y composición.

Este libro es fruto de cuatro manos dedicadas a la tarea de escribir o, en su defecto, de crear. La idea original surge en el año 1995 y se prolonga hasta el siguiente. Tras un quinquenio de silencio, se revivifica transfigurada en un nuevo proyecto en el 2001. Superados los estadios de revisión, ordenación y consumación editorial, hoy podemos al fin dar por finalizado el proceso.
La primera parte da fe de un periodo de ignorada libertad y experimentación como lo son todos los aprendizajes. Libertad ignorada porque aún se desconocen los límites, en este caso del arte, y porque todavía la experiencia no ha venido a castrar, teñir o contener el imparable río expresivo. (…) El segundo apartado recoge los escritos y dibujos de una segunda etapa con un estilo más asentado. La tercera y la cuarta constituyen pequeñas antologías escritas, en su mayor parte, con posterioridad, que pretenden mostrar textos individuales de cada autor, no creados, en principio, para este poemario.
El sexto apartado recoge un homenaje a la pintora Frida Kahlo, que en ambos ha influido de forma diversa según el temperamento y la personalidad propias.

He seleccionado dos de los poemas escritos por Alicia Silvestre y un servidor siguiendo los mismos criterios de edición del  libro. Los versos en cursiva pertenecen a Alicia Silvestre y los "normales" a Raúl Herrero.


Turbinas: la encajera de Vermeer de Delft

Los encajes del aire
en el vestido
del tiempo y la parcial
visión de una mujer
fundida con la arena confundida.
Versículos embrionarios
glosan bodegón cuyos insectos
trazan órbitas elípticas.
A veces también llueve en los enjambres.
Toda muerte habita en el pasado.
De la vida a su negación dista un filo de muñeca.
Aceptar la mortandad es vencerla.
Sólo sé que este poema tiene flashes de luz
como un cuadro
que mostrara desnudo la mitad
de su esponjoso cuerpo.
La arena vomita a la mujer. Ruge el aire
de puntillas
azules
sílabas deshechas
apuntan al paisaje cuyas caderas
trazan líneas rectas.
Lobos liban balas y silban en vilo sílabas.
Asentar el sentido de la espalda.
En realidad ¿vuelan las violetas pulsadas?
y caen mis manos
incapaces de contener siempre el otoño…


Alicia Silvestre y Raúl Herrero

Este segundo poema cerraba también el poemario publicado en 1996 El amor y la guerra: la sal de la tierra (véanse entradas anteriores) en el volumen Los puntos cardinales.


Aurificación

El amor desordena los rizos del cava:
océano mareado por flujos selénicos,
en la danza de una existencia ebria de sí misma.
Gemidos fluctúan dentro de labio en llamas,
perfilan la faz encarnada del descarnado
latir meridional;
río engullido en la pleamar de vulva:
fisura tierna lamida a rodajas 
–diadema del color exuberante del peligro-.
Sólo porque oníricas alondras
vinieron a anunciar días dionisíacos
ven a habitar
el círculo umbilical desAETAdo
que te ofrezco.
¡Llega el cortejo que se rinde
ante nuestro poder trascendente!
La muerte, arrastrando sus piojos
de azufre y sus formas de buey,
entrega su cetro sobre nuestra materia
internatal.
Es la hora. ¡Qué corra
láctea sangre!


Alicia Silvestre y Raúl Herrero


Comentarios

Entradas populares