Las miradas que despierta La Sombrerería de Quita y Pon de Producciones Kinser
Las miradas que despierta La Sombrerería de Quita y Pon
Hay obras que nacen con vocación de juego, pero terminan revelando una manera de mirar el mundo. La Sombrerería de Quita y Pon —la última creación de Producciones Kinser, con dramaturgia de Raúl Herrero y dirección de Joaquín García— parece ser una de esas. En ella, dos hermanos inventan un pequeño universo donde los sombreros respiran y las risas sirven de brújula para orientarse entre la ternura y la memoria.
En los últimos días, tres reseñas muy distintas se han detenido en este espectáculo y, juntas, ofrecen un retrato plural y vibrante.
En el Heraldo de Aragón, Javier López Clemente tituló su crítica «Los payasos son así». Allí recuerda que “ponerse un sombrero es una cuestión de actitud” y que para los payasos de Kinser ese gesto “se multiplica hasta construir una historia de Quita y Pon”. Su texto observa con precisión cómo el humor se trenza con una “profunda humanidad”, y cómo Alejandro García y Silvia García logran que “el brillo individual de sus habilidades se amplifique con el trabajo en pareja”.
En su blog, José Antonio Prades opta por un título que no deja lugar a dudas: Una maravilla. Prades se detiene en el equilibrio entre artificio y emoción, en ese aire dickensiano que se cuela entre los sombreros y las luces, y en la mezcla de técnicas —clown, mimo, malabar, canción— que los Kinser manejan sin aspavientos. Su reseña es una celebración directa, escrita desde la calidez del que se deja tocar por lo que ve.
Por su parte, Francisco Javier Aguirre escribe en Desertores de Dios una crónica que podría leerse como un cuaderno de viaje por el imaginario de Raúl Herrero. Habla de “una enorme dosis de conocimiento y ternura” y de un episodio que alcanza “una de las cumbres de la comedia”, cuando el público entra en el juego de las adivinanzas y la ficción se vuelve coral. Aguirre lee la obra desde la emoción contenida, desde ese lugar donde la risa deja un eco.
Tres miradas, tres maneras de decir lo mismo sin decirlo igual. La Sombrerería de Quita y Pon parece haber tocado algo más que la cuerda del humor: una sensibilidad compartida, un deseo de belleza que no tiene prisa, un tipo de teatralidad que sigue creyendo que el asombro es un derecho.
Quizá ponerse un sombrero —como sugiere López Clemente— sí sea una cuestión de actitud. Pero aquí, además, es una invitación: la de mirar con ojos nuevos lo que parecía un simple juego de payasos y descubrir que, en realidad, también habla de nosotros.
Los payasos son así
La sombrerera Susana Loureda defiende que ponerse un sombrero es una cuestión de actitud. Una prenda con el poder inevitable de transformarte y la capacidad de generar un atractivo especial. Esa afirmación de la diseñadora gallega rige para gentes normales como usted y yo, porque para los payasos de Producciones Kinser el efecto se multiplica hasta construir una historia de Quita y Pon. Quitar el malaje a la vida para poner risas, amor y el aroma clásico de esa película en la que un ángel nos recuerda que lo bello es vivir en armonía con las personas que te rodean, incluso de tu propia familia.
En el escenario dos artistas de la pista con capacidad para sacar lo mejor de cada uno de ellos, armonizar sus habilidades, y ponerlas al servicio del otro para que el brillo individual de sus habilidades se amplifique con el trabajo en pareja. La química de la interpretación fluye en acciones y diálogos. Alejandro García demuestra un conocimiento catedrático en gestualidad, mueca y pantomima, mientras la presencia escénica de Silvia García nos advierte de la enorme versatilidad dramática de cada uno de los poros de su piel.






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