Joseph Carey Merrick



Portada del libro

Mi prehistoria teatral escribiendo diálogos para ser representados sobre unas tablas se remonta a los primeros años noventa del pasado siglo. Tras renunciar a estos intereses, en el proceloso mar de lo inconcreto, durante algunos años, terminé rompiendo esa fractura entre lo que debía hacer y lo que hacía.  Este hecho se concretó en el año 2007 cuando se editaron por arte de birlibirloque en un tomo dos piezas teatrales a las que les concedí la puntilla. Respecto a la segunda pieza teatral mantengo silencio absoluto. Si alguien atisba curiosidad por la misma puede descubrirla para su deleite o disgusto: El hombre elefante / El indómito y extraño caso de Gregoria (Libros del Innombrable, 2007. ISBN: 978-84-95399-84-7).



El elenco del estreno de El hombre elefante, de Raúl Herrero, en Buenos Aires


Me centraré ahora en la primera pieza del volumen: El hombre Elefante,  dedicada a  Joseph Carey Merrick, el nombre verdadero de la persona a la que sus observadores, seguramente por la deformada lente de su espejo, decidieron otorgarle el apelativo del título de la obra,  inspirador por  las particularidades físicas del sujeto (la mayoría de los expertos afirman que padecía el llamado síndrome de Proteo).



Fotografía del montaje de El hombre elefante, de Raúl Herrero, en Buenos Aires


David Lynch estrenó la brava e impoluta película The Elepant Man (1980) unos meses después de la presentación en Broadway de la obra del mismo título, firmada por Bernard Pomerance, en la que actúo el cantante David Bowie en el papel principal. Cuando redacté mi pieza teatral solo conocía la película de Lynch y, aunque quizá no haya podido esquivar del todo su influencia, he procurado que pocas cosas de mi obra mantengan una ligera vinculación con la versión cinematográfica. Más estrecha y nada disimulada fue  la influencia de la película Freaks (1932), de Tod Browning, en la obra. Con posterioridad he sabido de ensayos y adaptaciones relacionados con el mismo tema, pero como no he tenido acceso a ellos hasta después de escrita y publicada mi obra, será muy difícil que mi interpretación guarde alguna semejanza con tales recreaciones.




Cartel del estreno de la obra en Buenos Aires

En primer lugar, mi «hombre elefante» se distancia de otras lecturas en los hechos relatados. Si bien el personaje principal, es decir, «el hombre elefante» narra acontecimientos de la biografía de Merrick, la trama que soporta la obra no guarda relación con hechos históricos. Esto se debe, entre otras cosas, a que la acción acontece en la feria donde «el hombre elefante» es exhibido con anterioridad a la mayoría de los sucesos que refiere tanto la película como otras adaptaciones biográficas. Además, he incluido tramas que influyen en el resto de personajes: una trapecista, el cuidador del protagonista… hasta un total de seis personajes contando con el protagonista.
Muchos de los detalles de la historia de Merrick que pronuncia el personaje en sus parlamentos me los confirmó un año después la publicación de La verdadera historia del Hombre Elefante, de Michael Howell y Peter Ford (Turner, 2008), donde también se añadían nuevos detalles biográficos, para mí desconocidos hasta ese momento.
De todos modos, en mi ánimo se encontraba el homenajear a Merrick y no una nueva recreación de su vida. De este modo el mensaje universal, a mi entender, queda más claro.
A lo largo de la obra se expresa con claridad que el personaje de «el hombre elefante» encarna el prototipo del individuo desplazado o marginado por la sociedad o por un colectivo, ya sea por un motivo moral, religioso, político, físico o de cualquier otra clase. A su vez, el resto de personajes adoptan las membranas de la intransigencia, la venganza, la codicia y otros hermosos «valores» eternos de la humanidad.



Fotografía de un instante del montaje de El hombre elefante en Buenos Aires (Argentina).


Los datos sobre el estreno en Buenos Aires de la obra los tomo del artículo que escribió Antón Castro al respecto  y que publicó en Heraldo de Aragón el 5 de marzo de 2010:(https://www.heraldo.es/noticias/ocio-cultura/2010/03/06/hombre-elefante-raul-herrero-llevara-escena-buenos-aires-76849-1361024.html):


El hombre elefante (Libros del Innombrable, 2007), la pieza dramática de Raúl Herrero inspirada en el caso real de Joseph Merrick, será llevada a la escena el próximo mes de mayo en el Teatro IFT de Buenos Aires. El montaje, dirigido por Leandro Montgomery y Marcelo Roitman, ya está muy avanzado. Roitman, que también figura en el reparto, cuenta que ya están diseñados "el cartel, las máscaras del personaje principal y el conjunto de figurines" de los distintos actores: Catalina Hannon, Leandro López, Natalia Sánchez, Javier Schonholz y Guillermo Masello. "Hemos firmado contrato con el teatro IFT, que tiene una antigüedad de 75 años. Cuenta con una sala muy interesante que permite el pleno desarrollo de la obra tal como la tenemos planteada. Hemos finalizado con el trabajo de puesta en escena y estamos altamente satisfechos con el resultado", señala Roitman. Y aclara que el preestreno será el 24 de abril, Día de Acción por la Tolerancia y el Respeto entre los Pueblos, y el estreno oficial, el 8 de mayo.

Más sobre las representaciones de la obra:
http://www.redteatral.net/versiones-teatro-el-hombre-elefante-11680
http://www.alternativateatral.com/obra16817-hombre-elefante

El espectáculo fue auspiciado por el INADI (Instituto Nacional contra la  Discriminación, el Racismo y la Xenofobia que depende del Ministerio de Justicia y  Derechos Humanos de la Presidencia de la Nación en Argentina) y fue declarado de interés en la lucha contra la xenofobia, el racismo y la discriminación.

Joseph Carey Merrick nació en Leicester (Inglaterra) el 5 de agosto de 1862. Su padre Joseph Rockley Merrick, de profesión almacenista y su madre Mary Jane Merrick, Potterton de soltera. La extraña deriva del cuerpo de Merrick comenzó a manifestarse cuando contaba con dieciocho meses. Su madre insistió en escolarizarle y, gracias a ella, aprendió a leer y escribir. Durante los últimos años de su vida en los que vivió con cierta calma, amparado por el London Hospital, incluso redactó algunos escritos. Entre ellos destacan las páginas que dedicó a su autobiografía y en las que, ingenuamente, achaca su enfermedad al ataque de un elefante que su madre sufrió en una feria. Por desgracia, su madre, Mary Jane, murió siendo él todavía un niño. Su padre volvería a casarse con Emma Wood Antill la casera del viudo, Merrick y su hermana. Las constantes críticas de la madrastra le obligaron a desempeñar empleos tan insólitos como manipulador de hojas de puros, que abandonó cuando las deformidades le impidieron continuar con su trabajo, o vendedor ambulante de calcetines, ejercicio laboral que se desestimó tras una denuncia del sindicato de vendedores ambulantes por la mala imagen, supuestamente,  que Merrick ofrecía del gremio. Lo cierto era que en muchas casas se negaban a abrirle la puerta al comprobar su aspecto. Durante su etapa como vendedor con frecuencia devolvía a su padre el dinero que había recibido para el almuerzo, como si se tratara del fruto de sus ventas.
La familia lo internó en la institución benéfica WorkHouse, donde le obligaban a cargar con empeños tan duros que Merrick abandonó la entidad de manera voluntaria.
Se refugió en un promotor de ferias que terminó vendiéndolo a otro. Convivió en el sórdido mundo de las exhibiciones de «seres extraños» hasta que lo rescató, en un principio con vistas al examen científico y luego para procurarle una vida digna, el doctor Frederick Treves. El facultativo escribió un libro sobre su relación con Merrick. Por fortuna, acaba de ser editado por Pregunta editorial junto con una serie de apéndices como recortes de prensa e informes médicos de la época. El libro es una edición bilingüe con traducción, prólogo y notas de David Francisco.


Portada de la edición de Pregunta ediciones


Gracias al interés que suscitó su caso por la visibilidad que el doctor Treves le otorgó, Merrick pasó los últimos años de su vida de un modo más confortable en el London Hospital, donde murió en 1890 con 27 años. En los últimos tiempos de su vida se convirtió en una celebridad. Le visitaba en su cuarto del hospital la alta nobleza británica, incluso la princesa de Gales. Lady Dorothy Nevill, una afamada filántropa de la época, le ofreció una casa de campo de su propiedad para que se restableciera de sus dolencias. 


Una escena de la representación en Buenos Aires de El hombre elefante, de Raúl Herrero


En la actualidad se hace referencia a la entereza que Merrick demostró frente a las adversidades. Pero aún impresiona más su ausencia de resentimiento hacia sus semejantes o hacia el simple hecho de existir, a pesar de los sufrimientos que ambos le procuraron, así como sus modales educados y sus dotes de conversador, superando las dificultades para el habla a la que le sometían sus deformaciones. También son comunes las referencias a su interés por la lectura y a las conversaciones que sostenía sobre teatro o ballet con las personas que le visitaban en el hospital. Lo que resulta totalmente compatible con la sensibilidad que demuestra en los fragmentos de sus escritos que han llegado hasta nosotros. Estudios recientes también precisan que se considera posible que su inteligencia estuviera por encima de la media.
Cierro estas líneas con algo que escribió el propio Merrick y que incluí en la pieza teatral de mi cosecha:


Cierto que mi forma es algo rara,pero culparme a mí es culpar a Dios;si de nuevo pudiera crearme,De ningún modo les decepcionaría.


Si alcanzara de uno a otro poloo con una mano abarcara el océano,me medirían por la grandeza de mi espíritu,pues al hombre lo conforma solo la mente.



Raúl Herrero

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