Motivos de tristeza, (V)
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"…doña Calatrava amasó un capital que invirtió en una licencia de taxi para su hijo Fulerito…" |
Motivos de tristeza
XXI
Doña Calatrava aprovechaba los embotellamientos y
los semáforos en rojo para colarse en los taxis. Por este motivo la señora fue
golpeada con los siguientes objetos: paraguas de clientes furiosos; bastones de
pasajeros que acudían a una cena de gala; bolsos de jóvenes en busca de
trabajo; dentaduras postizas de viajeros de edad provecta, etc. Los conductores
de los taxis hacían lo imposible por esquivar a doña Calatrava, pero, a menudo,
sus esfuerzos no les evitaban la intrusión de la ladrona de taxímetros. A pesar
de introducirse en el vehiculo doña Calatrava no siempre terminaba el viaje en
la dirección que le convenía. Pero ella apenas tenía en consideración esa
contrariedad, pues apreciaba mucho más el dinero que se ahorraba en los desplazamientos.
Gracias a este sistema doña Calatrava amasó un capital que invirtió en una
licencia de taxi para su hijo Fulerito, un joven organista tímido y escuálido
que no encontraba trabajo. Fulerito, a pesar de esforzarse noche, tarde y
madrugada en el negocio, terminó arruinado por culpa de los servicios gratuitos
que le exigía su madre. La situación del joven, insolvente y con el taxi
embargado, sin duda, fue motivo de tristeza para sus conocidos, vecinos y
amigos. Pero esta pena a doña Calatrava no le impidió exclamar: ¡Que me quiten
lo viajado!
XXII
A Teodosio algunos lo juzgaban como un ser
excéntrico. El animal se balanceaba todas las tardes en una rueda de tractor,
asida con cuerdas a las ramas de una higuera, mientras contemplaba el
crepúsculo con gesto de perturbado ensimismamiento. Durante esos momentos
Teodosio siempre se acompañaba de un cuaderno de notas. A su muerte unos
entremetidos comprobaron que en tales apuntes el chimpancé Teodosio había
esbozado, entre otros, los siguientes hallazgos: la posibilidad de clonar a un
ser vivo conservando la memoria de su predecesor; la fórmula de un compuesto
incombustible que capacitaría al hombre para realizar viajes por el espacio sin
preocuparse del deterioro de los materiales; un sistema para que un individuo
capte los pensamientos de otro; una fórmula que produce unas galletas de
chocolate que se autogeneran.... En vida Teodosio destacó por su maestría en la
confección de ataúdes. Los sastres de catafalcos, indignados porque un
chimpancé los dejaba en ridículo, organizaron una revuelta y prendieron fuego
al taller del animal, lo que, para postre, produjo la muerte del agudo
Teodosio. Cuando los escritos del chimpancé se hicieron públicos la
desaparición de su talento fue motivo de tristeza. Los periodistas escribieron
panegíricos en homenaje al animal, incluso la UNESCO propuso la instauración de
un día festivo, a nivel mundial, en homenaje al chimpancé. Pero entonces ya era
tarde, el fin del mundo se acercaba sin remedio.
XXIII
El niño-podenco todas las mañanas se transformaba
en perro. Durante su existencia matinal y perruna olisqueaba las aristas, los
parquímetros, las zapaterías, las esquinas de los bingos y se orinaba donde le
señalaba el instinto. Los padres del niño ignoraban la prodigiosa capacidad de
su hijo. Por tanto le suponían durante las mañanas disciplinado y penitente en
el colegio. Por fin, un día la tutora de la clase llamó a los padres del
podenco para ponerles al día respecto a las ausencias de su hijo. Ese día el
joven fue duramente reprendido por su comportamiento. El niño no supo cómo
excusarse, lo que enfureció a los padres sobremanera. En pleno delirio los
tutores le ataron las manos al niño, luego engarzaron los amarres a un gancho
que colgaba del techo de la cocina. En esa posición mantuvieron suspendido al
infante varias horas mientras le golpeaban con una estera. El niño, al día
siguiente, sufrió la transformación habitual y se merendó a sus progenitores.
Al atardecer, tras recuperar su aspecto humano, la misteriosa desaparición de
sus padres fue para el niño motivo de tristeza. Sin embargo, durante el
errático paseo matutino la pesadumbre se convirtió en felicidad, ya que
entonces el niño-podenco conoció a Flora, una perrita pequinesa de fina
estampa.
XXIV
Don Arístides Seco perdía los dientes con
asiduidad. Y no crea el lector que el endémico Arístides extraviaba una
dentadura postiza, o alguna funda dental, ni mucho menos, los dientes otoñales
procedían de piezas sanas y propias. Todos los especialistas destacaban la fortaleza
aparente de su dentición, lo que hacía todavía más inexplicable el suceso. A
veces Arístides se percataba de la pérdida, recuperaba la pieza y la devolvía a
su lugar como si tal cosa pero… Por algún motivo ignoto de las piezas dentales
desligadas y caídas al suelo se formaban unos enormes gusanos de seda de unos
cuarenta metros de altura y sesenta de grosor. Por si esto fuera poco, durante
la noche Arístides se despertaba a menudo perturbado por unas pesadillas en las
que le devoraban los gusanos. Claro está, aquellas noches de insomnio, unidas
al parecido que los gusanos tenían con su difunto padre, eran para el señor
Seco motivo de tristeza.
XXV
Quizá por un fenómeno azaroso, o, tal vez, por un
infortunio, el caso es que el cuerpo de Ataulfo se momificó en vida. En
principio sus familiares lo enterreraron para evitarse la visión nauseabunda y
el hedor. Sin embargo, durante su sepelio en vida, desde la tumba Ataulfo
pronunció un discurso tan emotivo que los enterradores se apiadaron de sus
carnes momificadas, y le recuperaron para los vivos. El padecimiento de Ataulfo
interesó a científicos y médicos de todo el mundo. El doctor danés Rupenstinski
estableció una elaborada teoría donde afirmaba que el propio Ataulfo se había
ocupado de momificarse en vida, tras seguir un tratamiento de inmersión en agua
hirviente. Gracias a su enfermedad Ataulfo adquiró notoriedad social y visitó
todos los continentes; además intervino en convenciones de las más destacadas
universidades del mundo; asistió a concursos televisivos de lustre; fue
invitado a promocionar parques de atracciones de Europa y Estados Unidos… La
momia, que siempre se distinguió por su temperamento emprendedor, aprovechó sus
estancias en el extranjero para fundar un negocio de exportación e importación
que le produjo grandes beneficios. Pasados unos años la piel de Ataulfo
recuperó la normalidad, lo que propició la quiebra de su negocio. Claro está,
la ruina y la falta de recursos fue para Ataulfo motivo de tristeza. Sin
embargo, el muchacho comprobó que tras su recuperación mejoraron sus dotes
culinarias y, en especial, el sabor que prodigaba a la paella dominical, lo que
le valió las alabanzas de sus amigos y familiares. En la actualidad Ataulfo
redacta su autobiografía: “Historia de una momia repulsiva".
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